Estar junto a un ser querido enfermo, que está muriendo o va a hacerlo pronto, es una experiencia sin duda dolorosa. Inmensamente dolorosa. Saber por anticipado que no hay nada que hacer, que no existe salida a la situación y somos de verdad impotentes, supone una confrontación muy profunda con nuestra naturaleza humana y con la sensación de frustración.
El fallecimiento ya no será una sorpresa y, en ese sentido, también se genera una responsabilidad personal para prepararnos con entereza y conciencia. Se trata de vivir el duelo de forma más paulatina, mientras se acepta poco a poco lo que está sucediendo y la llegada de lo inevitable. Sin embargo, cada cual experimenta todo de modo particular, a razón de su historia de vida, carácter y de las herramientas emocionales con las que cuente.
Las pérdidas de quienes amamos llegan de diversas maneras. Cuando la muerte aparece de forma repentina, son particulares los cuidados y consejos que debemos seguir para llevar adelante un proceso de duelo sano y completo. Es así que podemos enfrentarnos a duelos anunciados cuando la enfermedad nos da el tiempo y el espacio para prepararnos emocionalmente, despedirnos y empezar a aceptar la futura ausencia.
Se le conoce como «duelo inevitable o anticipado» y es aquel que vemos venir, que es previsible a corto o mediano plazo. Este tipo de proceso también se vive cuando nuestra persona querida tiene una edad avanzada y observamos cómo su vida se va apagando como una velita. En estos casos suelen adelantarse las emociones de desconcierto, tristeza, desasosiego y miedo. En otras palabras, se comienza a convivir con el duelo, aunque la persona todavía esté con nosotros.
Un punto que hace totalmente la diferencia en estos casos es la posibilidad de pasar unos últimos momentos juntos. Se podría ver, en cierta forma, de un modo positivo. Es una oportunidad para despedirse, decirle todo aquello que queramos e incluso que la misma persona que va a fallecer nos ayude a aceptar que el final se acerca y que todo va a estar bien, que la vida se reacomodará finalmente. Es una ocasión para amarla y cuidarla un tiempo más.
Pero no solamente cuidar de ella, resulta esencial que en esta etapa cuidemos lo mejor posible de nosotros mismos. Los expertos en tanatología aconsejan exteriorizar y comunicar los sentimientos. El hermetismo no es conveniente. Platicar, con personas de confianza o con profesionales expertos, nos ayuda a discernir lo que está sucediendo, cómo lo estamos abordando y cómo podemos hacerlo mejor. También es clave descansar, regalarse momentos de soledad y cierto esparcimiento.
Es recomendable apoyar al enfermo con el arreglo de sus asuntos pendientes y hacer que su propio proceso de despedida sea más tranquilo. Por tanto, si te encuentras en este difícil camino, Memorial San Ángel te invita a rodearte de quienes conocen el recorrido. No eres el primero ni el último. Todos los seres humanos hemos estado o estaremos, de modo alguno, allí parados. Y existen profesionales que conocen el proceso y las mejores formas de transitarlo, tanto para quienes acompañan a la persona que se despide, como por supuesto para ella misma.
Sabemos que el duelo anticipado es un sendero de muchas preguntas, temores y dolores del alma. Que puedes sentir que se mueve el piso donde estás parado. Queremos hacernos tus cómplices para ayudarte a atravesarlo. Te extendemos nuestra mano para apoyarte en los arreglos y detalles logísticos de la despedida, pero también para conectarte con grandes profesionales y expertos que pueden alivianarte el viaje.
No lo dudes, Memorial San Ángel está contigo hasta el final…
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