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La ciudad se entiende como el depósito de las representaciones culturales que reproducen la identidad nacional.
Verónica Zárate
Los monumentos son construcciones arquitectónicas o escultóricas de grandes dimensiones que se dedican al recuerdo de las personas fallecidas o hechos memorables. Los nombres de las calles y la constante renovación urbana, o de obras públicas que se relacionan con la modernización del entorno, tienen una intención conmemorativa y una carga política. También reflejan un discurso pedagógico en torno a la historia que tiene que ver con las preferencias de los gobernantes.
La construcción del Paseo de la Emperatriz, en la Ciudad de México, fue una iniciativa de Maximiliano de Habsburgo , dedicado a su esposa Carlota. La noble pareja gobernó en una efímera monarquía en nuestro país, de 1863 a 1867, y deseó tener una relación amigable con sus súbditos reconociendo su historia patria. Era una amplia avenida que emulaba los Campos Elíseos de París y, por instrucciones del emperador austriaco, se vio adornada por las esculturas de los más importantes héroes de la Independencia de México con la intención de legitimar a la nación con ese fundamental acontecimiento, aunque su gobierno y presencia representaran una nueva forma de colonización.
En los años posteriores el presidente Porfirio Díaz (1877-1911) renovó la calle y le cambió el nombre a Paseo de la Reforma, en memoria de la ley promovida por su antecesor Benito Juárez , para ofrecer al mundo la imagen de una ciudad cosmopolita que reflejaba el progreso de la nación. Una avenida en la que las personas podían transportarse a pie, en moderno tranvía eléctrico o en alguno de los recientes automóviles que poco a poco llenaban las calles de la Ciudad de México.
Dos elementos destacan del discurso histórico y político que Díaz deseaba transmitir a la nación, el primero fue reconocer al México antiguo, a los héroes de la nación independiente y suprimió el pasado virreinal como algo ominoso para el país, un discurso que continúa hasta nuestros días. En segundo lugar, la realización de ceremonias cívicas como fueron las famosas Fiestas del Centenario de la Independencia de México donde inauguró, entre muchas cosas, una columna con su victoria dorada en lo alto. Estos festejos se convirtieron en el ritual por excelencia de un gobierno que terminaría dos meses después con el estallido de la Revolución Mexicana en 1910.
A lo largo de siglo y medio, el Paseo de la Reforma no tuvo nuevos monumentos históricos y los antiguos se convirtieron en referencia para la ubicación urbana. Sin embargo, algo está ocurriendo debido a los cambios sociales del presente y las estatuas de piedra o bronce cobran vida cuando no parecen honrar las luchas por los derechos civiles.
El caso del monumento a Cristóbal Colón, ubicado sobre la misma avenida, fue muchas veces intervenido con grafitis y enérgicas protestas cada 12 de octubre en que se conmemoraba la presencia de los europeos en América, en el otrora llamado Día de la Raza. Lo que muchos gobiernos observaron como una celebración del encuentro de dos culturas, los pueblos originarios lo consideraron una invasión.
En días recientes la estatua del navegante genovés fue retirada y no hay decisión final sobre un nuevo monumento, entonces, los colectivos feministas han tomado ese basamento para colocar lo que se llama un antimonumenta. Instalado en septiembre de 2021, se trata una mujer con el puño en alto y diversos objetos simbólicos que la rodean, a la que se ha llamado Glorieta de las Mujeres que Luchan y representa un homenaje a las desaparecidas o víctimas de la violencia de género.
La llamada Glorieta de la Palma fue objeto de indefiniciones desde la época de la creación de esta emblemática avenida, por lo cual se decidió colocar ahí una palmera tropical que creció como un referente con diversos significados para los vecinos aledaños. En días recientes la palmera se enfermó y hubo que retirarla. Muchas personas han sentido que les arrancaban algo de sus historias personales y la ciudadanía ha percibido esto como la omisión de un símbolo. Otras mentes críticas lo observan como la definición del nuevo discurso de legitimización del presente gobierno tal como hacían los de antaño.
En México, los monumentos se han dedicado a las personas fallecidas famosas, como si fueran deidades. Sin embargo, en la historia reciente, los movimientos sociales se han empeñado en reconocer a otros muertos no célebres: hombres y mujeres cuyas experiencias nos enseñan sobre la justicia, la igualdad y la libertad, entre otros valores históricos que nunca deben perderse. En Memorial San Ángel, reflexionamos sobre las efemérides del presente mes y así te recordamos que estamos contigo hasta el final.
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