Sor Juana: Reflexiones sobre la inmortalidad del alma en sus escritos


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"Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio."
Federico García Lorca
En los momentos de pérdida, buscamos respuestas que consuelen. A veces las hallamos en la fe, otras en la ciencia, pero también —y con frecuencia— en la literatura. Sor Juana Inés de la Cruz, una de las mentes más brillantes del Siglo de Oro novohispano, reflexionó profundamente sobre el alma, la muerte y lo eterno. Exploramos cómo, a través de su obra, esta escritora se convierte en voz de consuelo, dejando entrever una firme creencia en la inmortalidad del alma, no como un dogma, sino como una posibilidad poética y espiritual que aún hoy nos acompaña.
La muerte en el pensamiento barroco novohispano
Durante el siglo XVII, la muerte no era un tema tabú, sino una presencia cotidiana. Las constantes epidemias, guerras y precariedad de la vida hacían de la muerte una figura inseparable de la existencia. En este contexto, la espiritualidad barroca —influida por el catolicismo contrarreformista— enfatizaba el tránsito hacia la vida eterna y la necesidad de preparar el alma.
Sor Juana vivió este ambiente profundamente religioso, pero su mirada fue siempre crítica y filosófica. Desde su celda en San Jerónimo, transformó el dolor, la pérdida y la angustia en pensamiento. En su obra, la muerte no es un final, sino un umbral.
El alma en la poesía de Sor Juana
En muchos de sus poemas, Sor Juana expresa una tensión entre el cuerpo corruptible y el alma eterna. En su famoso soneto "En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?", contrapone la vanidad del mundo frente a la búsqueda del conocimiento que libera el espíritu:
“no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más enojos
ver poner los riquezas en los ojos
y no poner los ojos en riquezas.”
Aquí no solo denuncia la superficialidad de lo material, sino que sugiere una vocación interior: una mirada hacia lo eterno, lo que es verdaderamente enriquecedor. El alma, para Sor Juana, es la portadora de ese anhelo.
La inmortalidad en su Carta atenagórica
Aunque más conocida por su poesía, Sor Juana abordó temas teológicos en prosa. En la Carta atenagórica (1690), crítica al sermón del jesuita portugués António Vieira sobre el amor de Dios, defiende la supremacía del entendimiento por encima de la emoción. Esta defensa de la razón como vía hacia lo divino insinúa que el alma se engrandece a través del conocimiento, y que su trascendencia no es solo espiritual, sino intelectual.
Esta noción es afín al pensamiento de filósofos como Plotino o incluso Agustín de Hipona, quienes creían que el alma se depura hacia lo eterno mediante la contemplación del conocimiento y la verdad.
"Primero sueño": la ascensión del alma
Uno de sus textos más complejos y reveladores es el poema filosófico Primero sueño, donde narra el viaje del alma mientras el cuerpo duerme. El sueño se convierte en metáfora de la muerte temporal, y el alma se eleva en busca del conocimiento absoluto.
“Y con ansias de ver y de entender,
las luces persiguió con torpe vuelo…”
En este poema, Sor Juana presenta a un alma que no teme la muerte, sino que aspira a trascenderla a través del conocimiento. Aunque al final el alma regresa al cuerpo sin haberlo alcanzado todo, la búsqueda en sí misma es prueba de su eternidad.
Una mirada femenina sobre la vida después de la muerte
En un mundo dominado por teólogos hombres, Sor Juana ofreció una perspectiva profundamente personal sobre el alma y la muerte. No impone dogmas, sino que reflexiona desde la experiencia, la inteligencia y la poesía. En ese sentido, su mirada femenina y sensible aporta consuelo sin imponencia: la muerte no es una condena, sino un viaje necesario.
En su poema "Este que ves, engaño colorido", por ejemplo, ironiza sobre la vanidad del cuerpo para destacar la permanencia del alma:
“es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.”
La renuncia al cuerpo no es dolorosa: es una forma de acercarse a lo eterno. De ahí que su obra pueda leerse hoy como un bálsamo espiritual para quienes enfrentan el duelo. Sor Juana nos invita a confiar en que algo de nosotros —nuestro amor, nuestras ideas, nuestra esencia— permanece más allá de la muerte.
Sor Juana no escribió tratados sobre la inmortalidad del alma, pero sus versos, cartas y sueños están impregnados de una fe profunda: no en la promesa ciega, sino en la posibilidad poética de la trascendencia. Para ella, la muerte no clausura, sino que transforma. El alma que piensa, que ama, que crea, no se extingue.
En momentos de pérdida, sus palabras pueden ser una forma de acompañamiento silencioso. Porque a través de su obra, Sor Juana continúa hablándonos al oído: que no temamos al final, porque en cada alma hay algo que permanece.