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"Más probable es que tenga dentro de sí muchas diosas activas, la tarea consiste en decidir cuál de ellas cultivar y cuál superar."
Jean Shinoda Bolen
El simbolismo de la muerte en las figuras femeninas se remonta a miles de años, con diosas que no solo representan la muerte en sí, sino también la renovación, el ciclo de la vida y la transformación. Esta dualidad, entre su capacidad de dar vida y quitarla, les permite actuar como intermediarias entre los mundos de los vivos y los muertos.
Hécate, en la mitología griega, es una de las divinidades más asociadas con la muerte, debido a su participación en batallas contra los titanes y los gigantes. Era conocida como la diosa de los cruces de caminos, la magia y la hechicería, pero también se la veneraba por su capacidad para guiar a las almas de los muertos hacia el inframundo.
En muchas representaciones, se la muestra con tres cabezas, una jauría de perros y con una antorcha, un látigo, una daga y una llave. Estos objetos le otorgaban la capacidad de interferir en el mundo de los hombres y guiarlos durante su transición entre el nacimiento, la juventud y la vejez.
Morrigan, en la mitología celta, es conocida principalmente como la diosa de la guerra. En las antiguas leyendas celtas, Morrigan aparece en los campos de batalla decidiendo quién vive y quién muere. Según algunas traducciones, su nombre significa “reina fantasma” o “reina de las pesadillas”.
Su vínculo con la muerte está marcado por su capacidad para cambiar de forma —principalmente un cuerno o una corneja—, actuar como la guardián de las almas, predecir el futuro y lanzar hechizos. A pesar de ser físicamente desagradable, muchos la deseaban sexualmente, por lo que al mismo tiempo que simboliza la destrucción, también la fertilidad.
Kali no solo representa la destrucción, sino también la liberación del alma. Se la conoce como la diosa que destruye el ego y que, a través de su violencia, permite el renacimiento y la purificación. Aunque su imagen es feroz, Kali es vista como una fuerza cósmica.
Se le asocia también con la sexualidad, la fertilidad, la creatividad y, en general, la energía femenina. En su representación, se le muestra con un collar de cabezas y una falda de brazos. Algunas de las historias hindúes dicen que fue creada por otros dioses para combatir al terrible demonio Raktabija.
En la mitología nórdica, Hel es la hija de Loki y la diosa que gobierna el reino de los muertos, conocido como Helheim. Aquellos que morían de causas no violentas, como vejez o enfermedad, eran enviados a este reino, donde Hel les daba la bienvenida.
Su representación física es notable: su cuerpo es mitad normal y mitad muerto. Aunque temida, Hel es una figura imparcial, que ofrece consuelo y justicia a las almas que llegan a su dominio. Helheim es húmedo, oscuro y frío, sin ser un infierno o un lugar de tormento. Simplemente, es un lugar en donde descansan los muertos.
La figura de La Catrina no es una diosa mitológica en el sentido clásico, pero es una figura central en la cultura mexicana, especialmente durante la celebración del Día de Muertos. Es una representación que invita a los vivos a reflexionar sobre la impermanencia y a celebrar la vida y la muerte por igual.
Aunque su figura es esquelética, La Catrina viste de forma elegante y con adornos florales. La primera versión nace con el caricaturista José Guadalupe Posadas, como una crítica de la sociedad del siglo XX, pero fue el artista Diego Rivera quien, en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, la transformó en lo que hoy conocemos.
En la cultura popular mexicana, se la considera una guardián de las almas que permite la conexión entre los vivos y los muertos durante este ritual.
Las diosas son vistas como protectoras, asegurando que las almas de los muertos lleguen a su destino sin ser perturbadas. Además de ser veneradas por su poder para destruir, también se les reconoce por su capacidad para crear espacio para lo nuevo. La muerte, entonces, no es un fin absoluto, sino una parte integral de un ciclo que debe ser respetado, comprendido y aceptado: la posibilidad del cambio.
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