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"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado."
Gabriel García Márquez
¿Quién no ha tenido problemas para concentrarse, realizar alguna tarea o recordar detalles cuando estamos tristes o enojados? Es normal que en momentos de intensidad emocional la memoria tambalee, sobre todo ante la pérdida de un ser querido. La ira, la confusión y la sensación de incredulidad, que pueden durar por semanas o por años, tienen efectos cognitivos que dificultan estar en el aquí y en el ahora.
Una de las alteraciones más comunes es la dificultad para recordar eventos recientes. Esto se debe a que el cerebro está abrumado por el estrés y las emociones, lo que afecta su capacidad para procesar y retener nueva información.
Cuando las hormonas del estrés están en sus niveles más agudos, como en el duelo, penetran fácilmente la barrera hacia el encéfalo e impactan en la estructura del hipocampo, en la corteza prefrontal y en la amígdala, responsables de los procesos cognitivos.
La concentración y el enfoque también se ven afectados. La mente de una persona en duelo puede estar constantemente reviviendo recuerdos del ser querido perdido, lo que interfiere con la capacidad de enfocarse en tareas presentes, tomar decisiones o recordar detalles.
Durante el duelo, las memorias emocionales pueden volverse más vívidas. Esto significa que los recuerdos relacionados con la persona fallecida pueden aparecer con más frecuencia y con mayor intensidad emocional. Este fenómeno puede ser doloroso y mantenerse persistente en los duelos crónicos o prolongados.
La amígdala es una de las responsables de tener una mayor reactividad emocional durante el duelo, pudiendo mantener los sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza. Por otro lado, el shock emocional es tan fuerte que estudios han mostrado que las personas arriba de 60 años que han sufrido una pérdida tienen más probabilidades de tener un ataque cerebral o cardiaco.
Así como el duelo interfiere en la forma en que responde nuestro cerebro, también en otras funciones fisiológicas. Se estima que hay mayor riesgo de sufrir ataques cardiacos 24 horas posteriores a la muerte de un ser querido, que las personas que ya cuenta con problemas cardiovasculares.
El estrés que genera el duelo aumenta la frecuencia respiratoria, la presión arterial y acelera el corazón. Esta es una respuesta a la amenaza que sufre nuestra identidad cuando perdemos a alguien significativo: ante su ausencia necesitamos reconfigurar nuestra existencia de nuevo y eso, sin duda, genera incertidumbre, nos asusta.
En cuanto a otras consecuencias físicas, el duelo debilita el sistema inmunológico. Hay inflamaciones que generan fatiga, malestar general, pérdida de interés o placer, además de hacernos más sensibles al dolor.
El duelo es un proceso desafiante que puede afectar significativamente la memoria y la vida cotidiana. Reconocer estas alteraciones y adoptar estrategias para manejarlas es crucial para navegar este difícil período. Si estás enfrentando dificultades significativas, no dudes en buscar ayuda profesional. Recuerda que en Memorial San Ángel estamos contigo hasta el final.
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