I. La conciencia de lo inevitable.
Desde las civilizaciones antiguas, los rituales que rodean a los fallecimientos, han sido parte de la toma de conciencia sobre nuestra existencia presente y pretérita, bien sea para señalar el camino hacia el otro mundo durante el viaje; o bien como el acompañamiento final de una vida donde aquellos que nos sobreviven mantienen el luto; representan la forma en que procesamos y tratamos de entender la pérdida; son aquello que muchas culturas han convertido en tabú y que, sin embargo, todos sabemos es parte de la vida; juegan un papel fundamental en la aceptación y resignación e históricamente contribuyen a que en aquellas comunidades donde la vida es vista de manera cíclica, los fallecidos puedan llegar al más allá.
Los ritos funerarios son una herramienta para confrontar la muerte y el dolor e implican necesariamente la verificación de un acontecimiento que modifica diametralmente la existencia de aquellos que sobreviven, aquellos que se enfrentan al dolor por la pérdida y templan la reflexión sobre el hueco que dejará el ser que fue parte fundamental de nuestra vida, pero sobre todo, qué pasará con nuestro propio ser después de la muerte. Este hecho es universal e inevitable; todos los seres humanos -y algunas especies animales- lo hemos experimentado, o bien, habremos de hacerlo.
Por ejemplo; las observaciones del comportamiento de una manada de elefantes africanos hechas durante 30 años por la etóloga Cynthia Moss, demostraron que estos tienen un especial interés por los huesos de otros ejemplares de su especie. Según otro estudio hecho por la Dra. Karen McComb, de la Universidad de Sussex, los paquidermos junto con los humanos son los únicos capaces de reconocer osamenta de la misma especie a pesar de llevar años en descomposición. Esta información y el conocimiento sobre el grado intelectual de estos animales, permite aseverar que es altamente probable que los elefantes tengan conciencia de la muerte y como se observa en diversos testigos en video, tienen conductas que fácilmente podemos interpretar como rituales fúnebres. (1)
Por nuestra parte, en algún momento de la infancia temprana humana, tomamos conciencia que tarde o temprano moriremos. El estudio de C. Randy Cotton &Lillian M. Range, (2) habla sobre cómo desde los 2 años, los niños se percatan del hecho de la muerte, pero gracias a la exposición a los dibujos animados en los que los personajes perecen y reviven sin ton ni son, los pequeños ven la situación como algo impersonal y ajeno. Entre los cuatro y nueve años, la mayoría de los niños comienzan a percatarse sobre la definitividad de la muerte, sin embargo, aún no relacionan su experiencia personal con el hecho y algunos creen que pueden “escapar” de ella usando su ingenio. Reconocen a la muerte y la identifican con figuras como “la parca” y otras imágenes similares que muchas veces, les producen pesadillas. A partir de los nueve años, dadas sus experiencias e interacción cada vez mayor con el mundo que les rodea, viene el entendimiento del concepto a cabalidad, comprenden la irreversibilidad de la muerte en todos los seres vivos -incluidos, ellos mismos-; comienzan a crear ideas filosóficas sobre la finitud y sentido de la vida, aunque por su dinámica de vida, los niños siguen asociando el momento de morir a algo que sucederá dentro de mucho tiempo, cuando sean adultos mayores.
Desde ese momento, la comprensión de nuestra propia muerte nos acompañará por el resto de nuestras vidas y, en este sentido, es necesario estar listos cuando el momento final llegue; para que así como los antiguos humanos que en sus rituales se preparaban a los eventos que daban inicio a un nuevo ciclo en su existencia, hoy preparemos el ritual de muerte queremos tener para que nuestra alma pueda llegar al más allá o simplemente para que aquellos seres que nos han amado inicien el rito de aceptación de nuestra partida.
Prever en este tema implica en principio, aceptar que algún día no estaremos más en el mundo de manera física, ponerse en marcha y resolver temas prácticos como elegir el tipo de rito funerario que deseamos disponiendo el entierro, si queremos o no ser incinerados, que nuestros restos permanezcan debajo de un árbol… las posibilidades cada día son más. Los funerales planeados son un evento deseable para ofrecer la oportunidad de una despedida serena, por ello es importante acercarse a expertos que nos acompañen para tomar las mejores decisiones en este proceso y que, por ejemplo, nos brinden un lugar que permita vivir la experiencia en un espacio acogedor, con relajantes áreas verdes; una capilla en la que independientemente del credo que se profese, dé una agradable paz, que desde el principio nos atiendan con calidez y nos digan “Contigo hasta el final”.
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