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"Si tuviera la posibilidad de elegir entre la experiencia del dolor y la nada, elegiría el dolor."
William Faulkner
La vida está llena de momentos significativos que nos marcan y nos transforman. Uno de esos momentos es la pérdida. A pesar de ser dolorosa y desafiante,
la pérdida es una maestra de vida que nos enseña a crecer y a seguir adelante. En este artículo, exploraremos cómo la experiencia del duelo puede ser una fuente de aprendizaje y crecimiento personal desde una perspectiva psicológica y espiritual.
El duelo es la respuesta emocional ante la pérdida de algo o alguien significativo en nuestras vidas. Puede ser la muerte de un ser querido, el fin de una relación, la pérdida de un trabajo, o incluso un cambio de vida drástico. Es un proceso natural que todos experimentamos de manera diferente, pero que comparte etapas comunes como la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.
El duelo puede ser un catalizador para el crecimiento postraumático, donde las personas descubren una nueva fortaleza interior y un sentido renovado de propósito en la vida. Aprenden a ver la pérdida no solo como un fin, sino como una oportunidad para el cambio y el desarrollo personal.
La ausencia de algo o alguien significativo en nuestra vida abre la pregunta:
¿cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora?, y para eso se desarrolla o se pone en práctica la resiliencia. Esta capacidad de afrontar las adversidades y beneficiarse de ellas es lo que nos permite aprender a vivir con el dolor para, luego, dar paso a la transformación.
Las pérdidas nos enseñan a darle tiempo a la tristeza. En una sociedad donde rechazamos o evitamos las emociones negativas, el dolor, el estrés o la ansiedad se vuelven difíciles de tolerar. Sin embargo, expresarlas puede ayudar a reducir su intensidad, a liberar la mente y, por lo tanto, a abordarlas desde otra perspectiva.
El duelo también permite reevaluar la vida cotidiana. Esto quiere decir que las situaciones que antes consideramos complicadas o irremediables, ocupan un lugar menos importante o se dimensionan de otra manera. La muerte y el duelo
nos puede cambiar la visión de la vida, lo que permite reorganizar nuestras prioridades, como el trabajo y la familia.
Resignificar la cotidianidad nos obliga a estar más conectados con el presente. Encontrar un equilibro entre el control o desinterés es uno de los principales retos, ya que, en momentos de incertidumbre, la planificación excesiva o el abandono de la realidad
nos da una sensación de seguridad
y protección emocional.
De igual modo, nos enseña a ser flexibles con nosotros mismos. El cansancio y el olvido son frecuentes en el duelo, por eso hay que aprender a escucharnos y
realizar acciones que vayan enfocadas al autocuidado: hacer ejercicio, comer lo más sano posible, darnos el tiempo de descanso que requerimos.
Finalmente, también nos ayuda a reencontrarnos con nuestra espiritualidad, la cual nos invita a darle un
significado más profundo a nuestras experiencias. Puede llevarnos a reflexionar sobre el propósito de nuestra vida, a valorar más nuestras relaciones y el tiempo que tenemos, y nos da una perspectiva más amplia sobre la vida y la muerte que puede terminar brindándonos consuelo.
Afrontar la pérdida y el duelo de manera efectiva requiere disposición para implementar herramientas que te ayudarán a reestructurar tu vida a partir de la ausencia. Aquí hay algunas estrategias que pueden acompañarte en este proceso:
La pérdida es una experiencia inevitable y dolorosa, pero también es una maestra poderosa que puede enseñarnos valiosas lecciones de vida. Nos ayuda a desarrollar resiliencia y a encontrar nuevas formas de crecimiento emocional, así como a reflexionar sobre el significado de la vida y la muerte, y a encontrar consuelo en nuestras creencias. En los momentos donde requieres mayor fortaleza y compresión, te queremos recordar que en Memorial San Ángel estamos contigo.
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