Cuando llega la noticia repentinamente.

7 de enero de 2020

No es lo mismo el fallecimiento de alguien tras una larga enfermedad, que recibir la noticia inesperada simplemente la persona se acaba de ir. Quienes lo han vivido saben que en ese momento se tambalea el piso, que resulta imposible creer lo que está pasando, nos lo negamos, se mueve de muchas maneras el mundo interno y, muchas personas, entran en un shock difícil de describir.


En estos casos, el duelo toma un rumbo particular. El punto de partida suele ser la inevitable sensación de irrealidad, quizás más que dolor, como un mecanismo de defensa ante lo que tenemos que afrontar y no podemos entender.


La muerte siempre es difícil de asimilar, pero cuando sucede de un momento a otro, sin ningún anuncio, la tarea puede ser mucho más complicada. Este tipo de ausencias pueden provenir de situaciones violentas como accidentes, asesinatos, desastre naturales o suicidios, lo que ciertamente dificulta el proceso de despedida y adaptación.


Puede ser común, en estos casos, que aparezca un cierto sentimiento de culpa. ¿Por qué no nos vimos antes? ¿Si hubiera llegado unos minutos antes? ¿Por qué no fui a ese lugar con él? ¿He debido viajar con ella? ¿Y si…? Durante los primeros momentos, es humano buscar en nosotros cierta responsabilidad por
lo sucedido.


El modo como recibimos la noticia es definitivo. Expertos en tanatología explican que no es lo mismo enterarse por teléfono o mensaje con una frase escueta, a escucharlo de otro cara a cara y poco a poco. La forma marca la diferencia en cuanto al impacto emocional, y claro, depende también del carácter de cada cual y del vínculo con la persona fallecida.


Es cierto que el duelo es la respuesta habitual a una pérdida, pero la muerte repentina le suma un reto
más al duelo: la incredulidad. ¡Imposible, yo cené con ella anoche! Quedan innumerables vacíos: no hubo una despedida, quizás no se dijeron algunas palabras o incluso se callaron cosas para siempre, faltó el último «te quiero». 


Enfrentar algo así de forma instantánea trae consigo sentimientos de enojo, desesperación, desesperanza,
miedo. En otras ocasiones, se desencadena una depresión. Las reacciones iniciales son diversas, pero claramente eventos nos recuerdan que la muerte llega en cualquier momento y que la vida no está garantizada.


Duelo y sanación

Tarde o temprano, se emprende el proceso de curación del alma. ¿Cómo recoger los pedazos de uno y rehacer una vida con significado? Los expertos en duelo enfatizan que es clave expresar el dolor, conversar, no evadir lo que se siente. Hay quienes aconsejan el arte, el deporte, actividades manuales como tejer, bordar y colorear, como catalizadores del dolor.


Atravesar un duelo consume gran parte de nuestra energía. Mente, cuerpo y espíritu están tratando de comprender lo que está pasando y el cambio inusitado. Se vale hacer sólo lo necesario y postergar otras cosas. También está bien que amigos y familiares nos ayuden en actividades prácticas de la cotidianidad.


Cuidar de la salud es primordial: dormir 8 horas, alimentarse bien, descansar, caminar, tomar el aire. Fundamental ayudar al cuerpo a liberar la tensión física acumulada, el organismo también se ve afectado por las reacciones emocionales. Es posible que tengas insomnio, inapetencia e incluso que aparezcan resfríos o infecciones por baja de defensas.


Como sea, si el recorrido está siendo demasiado traumático y los pensamientos obsesivos, no hay nada más amoroso con nosotros mismos que aceptar que no podemos solos. Memorial San Ángel te acoge y puede recomendarte profesionales de gran calidad en la materia: psicólogos especialistas o tanatólogos.


Recuerda que es un proceso humano, que no eres el primero ni el último que está recorriendo este confuso trayecto. La compañía de un experto es un gran primer paso para reconstruir la vida y resignificarla con base en el amor y los recuerdos compartidos.


Somos tus aliados en este proceso. Permítenos acompañarte con profundo respeto y cuidado. Memorial San Ángel, siempre, contigo hasta el final…

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