Son diversas y, siempre muy sentidas, las maneras como los creyentes protestantes se despiden de sus difuntos. Muchos optan por servicios tradicionales en sus iglesias y otros tantos prefieren velorios homenajes más personalizados en la capilla ecuménica de una funeraria. Como sea, es motivo de celebración que la persona que murió ya esté en el cielo, de hecho, ¿existiría un mejor lugar?
El ritual funerario bien puede ser conducido por un ministro o pastor de confianza, o por un algún miembro de la familia o alguien considerado muy cercano y especial para la persona fallecida. El elegido pronuncia conmovedoras palabras, también lee lecturas y oraciones de consuelo. Es común que el
evento esté acompañado de canciones de fe y esperanza que entonan los presentes, un modo de alegrar
la despedida.
Quienes profesan la fe protestante son cristianos pero no católicos. Su creencia justamente surgió con el movimiento reformista de Martín Lutero, en 1517, que protestó contra la corrupción y ´malas prácticas´ de la Iglesia Católica. Y a partir de ahí son innumerables los grupos protestantes que se han instituido formalmente: metodistas, bautistas, pentecostales, nazarenas, anglicano, episcopal, luterano, presbiteriano, cuáquero, entre otras.
Creen en la vida después de la muerte y Jesús es su salvador. De ahí que el velorio se enfoca en la certeza de una vida futura en el cielo. La columna vertebral del servicio religioso es la lectura de las escrituras, luego tiene lugar el entierro o cremación, a elección de la familia. Se ofrecen flores como una forma de demostrar cariño y solidarizarse con el dolor de los deudos. No hay velas ni crucifijos. Por lo general, los protestantes se visten para estos eventos con ropa sobria y sencilla.
Con el paso del tiempo, como en muchos oros rituales de este tipo, se ha ido incorporando más y más detalles de creatividad. Algunos presentes quizás pasen al frente, espontáneamente, para compartir un recuerdo o enseñanza que deja quien se va. Se convierte, así, en un espacio de libertad para exaltar la memoria de la persona y darle de las formas más originales ese último adiós.
Sin reglas tan particulares, la familia elige si el ataúd va a estar abierto o no. Asimismo, en ocasiones el espacio se adorna con fotos del fallecido, una clara forma de representarlo y hacerlo muy presente. Tras el funeral, amigos y parientes suelen reunirse para comer y seguir recordando. Se dan casos en que los asistentes incluso llevan comida para colaborar y compartir con los demás, especialmente cuando el rito tiene lugar en una casa.
Un funeral cristiano protestante nunca es exactamente igual a otro. Los hay sobrios o más festivos y emotivos; solemnes y más serios; íntimos o multitudinarios. El toque personal hace la diferencia y retrata la despedida con nombre y apellido. No hay límites para crear ese momento de agradecimiento por haber compartido con alguien. Siempre caben sus historias y anécdotas, su legado y enseñanzas, y los innumerables sentimientos que fue regando a su paso.
Cada vez se personalizan más las despedidas. Si a tu hijo le encantaba el bosque, considera celebrar su despedida entre árboles. Si tu abuela era la mejor cocinera, podrías ofrecer algunas de sus mejores recetas para agradecerle tantas veces que cocinó para ustedes. Si la tía que se fue siempre andada en bici, podrían llevar las cenizas en una caravana de bicicletas. Si le encantaban las rosas rojas, puedes pedirle a los asistentes que cada cual le lleve una.
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